Son las cinco menos cuarto de la mañana, es mi primer día en un estudio de grabación del reparto de Miramar, en La Habana, con Leonel Limonta, director, compositor y alma materde Azúcar Negra. Hace unas horas han dejado La Casa de la Música en candela, encendida con el sabor inconfundible de la timba cubana. Compartimos una cerveza mientras se terminan de acoplar los metales en la producción de su nuevo disco, Sin Mirar Atrás. Son las cinco menos cuarto de la mañana y Limonta desborda energía.
El título de su último trabajo simboliza perfectamente su actitud ante la vida. Siempre hacia delante, aunque sin olvidar ni renegar de sus orígenes humildes en Santiago de Cuba, cuna de soneros en la patria del son. Nacido hace casi cincuenta años al son de los tambores de la Conga de los Hoyos en los días de Carnaval, era imposible que no estuviera marcado por la música. La pasión por la música se la transmitió su madre, tremenda cantante aficionada, también su tío materno, un renombrado
tresero en aquella época, y el hecho diferencial cubano, más patente en Santiago que en el resto de la isla: los cubanos bailan antes que caminan y sus primeras palabras son cantadas, no habladas. Llevan la música en la sangre. De su padre, Pillín, heredó la fuerza para hacer frente al desánimo y su faceta de entertainer, otras dos cualidades que alcanzan su plenitud en esta tierra de música, café, tabaco y ron.
Estas influencias catalizaron el talento musical de Limonta desde su niñez, a pesar de que por circunstancias de la vida no podría comenzar a estudiar música hasta la edad de veinte años, ya en La Habana. Seis años antes había dejado a su tía en Santiago para reunirse con su familia en la capital. Este cambio determinó definitivamente su futuro musical. El joven Leonel se escapaba de casa para asistir a los bailes de las numerosas orquestas que rivalizaban en La Habana: la Aragón, la Ritmo Oriental, y, desde 1970, Juan Formell y Los Van Van. Al son de estas orquestas comenzó a componer sus primeras canciones, que él mismo cantaba para entretener a sus amigos.
Con veinte años cumplidos ingresa en el conservatorio y comienza a estudiar Teoría de la música, Apreciación musical, Armonía. Destacan de inmediato sus cualidades innatas; sin embargo, las asperezas y contradicciones de la vida, tan cristalinas como incomprensibles en Cuba, le impiden continuar sus estudios, pues debe trabajar como profesor de oficios técnicos para poder vivir. El tiempo transcurre y bien entrado en la treintena, una casualidad le devuelve la ilusión por su sueño tantas veces truncado. En un encuentro casual con Rafaelito Lay, director de la Orquesta Aragón, haciendo el mejor uso de los encantos de su madre y el desparpajo de su padre, le propone un tema compuesto por él. En pocos meses, la canción Dale contra candela se convierte en un éxito nacional. A raíz de este inesperado éxito, Limonta conoce también al director de la Orquesta Ritmo Oriental, Enrique Lazaga, quien acepta gustoso grabar otra de las composiciones de Leonel, quien poco a poco va haciéndose un nombre como compositor en el solar musical de La Habana. Impresionado por la calidad de sus composiciones, David Calzado, director de La Charanga Habanera, le propone trabajar como manager de producción del grupo. Sin pensarlo dos veces, Limonta decide dejar su trabajo en la administración y se vuelca totalmente en su carrera musical. Entre 1993 y 1995 trabaja con La Charanga y compone canciones como Pa que se entere La Habana, tema que dio nombre a uno de los discos de mayor éxito del grupo.
Este período al lado de David Calzado termina de formar la característica música de Limonta, quien catapultado por los éxitos cosechados en estos tres años, comienza a trabajar con Lazarito Valdés en la creación de Bamboleo, compartiendo las funciones de manager y compositor. La timba, este nuevo sonido anticipado en su época con La Charanga, diferenciado del son tradicional y de la salsa internacional, va ganando seguidores en las calientes noches habaneras. Bamboleo pronto se convierte en el grupo de referencia en Cuba y participa en varias giras internacionales por Europa y Estados Unidos. De las muchas canciones compuestas por Limonta en sus años con Bamboleo (Película vieja, Con un canto en el pecho, etc.) destaca sobre las demás Yo no me parezco a nadie. "Tú te pareces a mí, pero yo no me parezco a nadie" es un canto de orgullo a la autenticidad de su música, la nueva timba cubana.
Debido a los continuos hits conseguidos en estos años, numerosos y afamados artistas le solicitan canciones para sus discos. De esta forma Isaac Delgado, La Charanga Latina, Manolito Simonet y un largo etcétera graban composiciones de Limonta. Animado por estos logros y alentado por sus admiradores -entre los que se cuenta Juan Formell- , en 1998 decide crear su propia orquesta, Azúcar Negra. A pesar de la tenaz competencia que existe en este campo, el grupo es premiado como Orquesta Novel, y apenas tres meses después de su creación, Azúcar Negra actúa en New York, en lugares tan exclusivos como el Lincoln Center y el templo de la salsa, Copacabana, compartiendo cartel con Tito Nieves y el legendario Ismael Miranda.
En octubre de 2001, con la composición de Andar Andando, un tema que es un canto por la paz y la justicia y que dio título al primer disco del grupo, consigue reunir a un elenco de cincuenta consagrados artistas para grabar este himno de libertad. Talentos como los de Omara Portuondo, Compay Segundo, Isaac Delgado, Mayito Rivera, Pío Leyva, David Calzado, Adalberto Álvarez, Míchel Maza se unen en este proyecto que de inmediato se convierte en un número uno.
Después de una década de actividad frenética, de cinco años con su propia orquesta, Leonel Limonta ha alcanzado la madurez musical. El próximo mes de mayo se presenta Sin mirar atrás en Cubadisco, la más importante feria musical que se celebra en Cuba y a la que asisten representantes de todas las esquinas del planeta. Y en julio la orquesta comienza una extensa gira por Europa, presentando los temas de su último trabajo en España, Italia, Francia, Bélgica, Holanda, Suiza . No debemos perder la oportunidad de disfrutar de Limonta y su Azúcar Negra en nuestra ciudad.
¿Por qué un tema tan acertado, de incuestionable calidad y de actualidad como Andar Andando pasó desapercibido para los millones de aficionados a la salsa que vivimos en los Estados Unidos? ¿Cuál es la razón por la que grupos sobresalientes como La Charanga Habanera, Bamboleo, El Médico de la Salsa o la propia Azúcar Negra no obtienen el reconocimiento que merecen? Hay quien argumenta que la timba es un fenómeno local. Normalmente quien esto dice en realidad piensa que la salsa cubana no vende. ¿Es ese el verdadero motivo? ¿Se debe a que estos grupos no están dentro de los canales de distribución de la salsa comercial? ¿Cuántos grupos y cantantes sin una formación musical adecuada hemos visto actuar en Nueva York y vender discos, gracias a una buena labor de promoción? La calidad de los músicos cubanos está fuera de toda duda. ¿Por qué no se promocionan estos grupos en Estados Unidos? ¿Acaso estamos cayendo en el error de mezclar política y cultura? La música, como manifestación cultural y no como instrumento de propaganda, no debería conocer fronteras. ¿Qué sucede, solamente nos atrae la música tradicional, tan bien promocionada por Ry Cooder en Buenavista Social Club? ¿Vamos a tener que esperar que Limonta cumpla setenta años para que le demos su justo valor como artista? No podemos ni debemos olvidar los orígenes de esta música que nos da vida. Aunque el estilo de lo que hoy conocemos como salsa se depuró en Nueva York, no olvidemos que la trajeron músicos cubanos. Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la salsa es cubana; sin embargo es más acertado reconocer que la salsa es Cuba, y en Cuba la salsa es timba. Y, hoy en día, Leonel Limonta y su Azúcar Negra son el corazón de la timba.