Los antecedentes de estas manifestaciones danzarias se encuentran desde el temprano siglo XIX cuando las autoridades coloniales permitían a los esclavos celebrar su fiesta del Día de Reyes. Con la salida de los Cabildos de las distintas naciones africanas se conocieron sus trajes, sus cantos y bailes, así como sus instrumentos típicos. El proceso de integración de estos grupos a la sociedad cubana contribuyó a que la misma costumbre de salir en los días de carnaval se mantuviera en los distintos barrios de la capital, representados por los pobladores en general.
Ya en la época republicana se comenzaron a organizar las Comparsas: grupos que salían bailando de sus barrios hacia zonas céntricas de la ciudad donde había un jurado que calificaba a las mejores. Posteriormente estos grupos fueron ganando en organización y comenzaron a formarse en filas creando coreografías propias.
La Comparsa es una danza dramática traslaticia que va bailando por las calles una coreografía colectiva al son de los tambores y de un canto repetido por el coro al que se le dice Conga: nombre que se le ha dado a este tipo de música, eminentemente rítmica y repetitiva que en ocasiones se acompaña por trompetas o cornetas chinas, como en el oriente del país.
Los comparseros o congueros trasmiten su tradición de una generación en otra; por eso las más afamadas comparsas de la época colonial se mantienen vigentes en la actualidad con el mismo nombre, vestuario y estilo de danzar. Tales son los casos de El Alacrán, Las Bolleras, Los Marqueses de Atares y Las Jardineras.